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miércoles, 16 de marzo de 2022

Desperté siendo un árbol

 


Era alto, y con ramas llenas de hojas verdes. Podía sentir como las raíces me alimentaban, podía discernir todos los sabores metálicos de los nutrientes que absorbía a través de ellas.  Transitaba la mañana, aún sentía el frío rocío refrescar mi cuerpo. En mi tronco sentía como los pajarillos a los que les daba casa despertaban y como los insectos comenzaban su faena diaria de retirar partes de mi cuerpo que ya necesitaban ser renovadas.

 

Tenía conocimiento del tiempo, o al menos sabía que había ciclos que se cumplían y podía reconocerlos. El día, la noche. El ciclo de vida de los carpinteros y las lechuzas. El tiempo que tardaba uno de mis frutos en crecer, madurar y convertirse en semilla germinadora.

 

En mi bosque, que para efectos humanos vendría siento como un barrio. Había muchas especies de árboles, los había de dos tipos: de los que se auto reproducen y los que necesitaban otro árbol para poder germinar. A algunos nos ayudaban las abejitas o pájaros frutales para estas y otras tareas, que para los humanos son comunes.

 

Aunque todas estas sensaciones aún me parecían extrañas, algo me llamó poderosamente la atención.  Era algo que me parecía muy interesante. Muy interesante. Cada cierto tiempo me sentía cansado.  Un cansancio que llegaba paulatinamente y se me metía en las entrañas, tanto así que sentía cómo poco a poco perdía autonomía de mis extremidades y de otras funciones que podía realizar. Sin darme cuenta, caía en un sueño profundo donde todo era tan oscuro que perdía la capacidad de distinguir colores.

 

Parte de las cosas interesantes, y qué me costó entender, es que algunas veces despertaba y tenía un anillo más adentro de mi tronco, otras veces tenía 2. Otras 100 y otras hasta 500. Los árboles más sabios utilizan estos anillos para determinar qué tan antiguo era un árbol en particular.

 

Entre cada uno de esos descansos, mi bosque cambiaba. Algunas veces al despertar veía animales distintos a los cuales les brindaba abrigo durante ese ciclo que permanecía despierto. Veía como algunos amigos arboles ya no estaban. Consultaba con otros amigos y me explicaban que a aquél le cayó un rayo, que este otro no aguantó todas las hojas que produjo y se quebró así mismo. Otros tenían heridas causadas por otros animales que eran más violentos y nos golpeaban cada cierto tiempo.

 

Con el paso de los ciclos, conocí a otro árbol con coincidía más a menudo en esto de los ciclos. Aunque algunas otras veces pasaban ciclos y ciclos y no volvía a saber de él, en los que coincidíamos, ¡Cómo la pasábamos!

 

Como se encontraba un poco lejano a mí (había un riachuelo de por medio). Y, como podrán saber, los árboles no caminamos. Nos comunicamos mediante mensajes que nos enviamos con pájaros que nos visitaban a ambos. Y a veces con insectos, pero estos son más vivos y siempre nos piden algo a cambio, algunos exigían que les dejáramos adentrarse un poco en nuestra corteza para llegar a nutrientes más exquisitos para preparar mejores platillos para las comidas que se pegaba la reina de su especie.  Eso los hacía felices. Nos hace felices.

 

Tuvimos una linda amistad, si así pudiese llamársele. Nos gustaba jugar a adivinar en qué estación del clima nos encontrábamos. Era muy sabio, sobre todo para brindar consejos. Sin embargo, para este juego era pésimo, pero me gustaba el brillo que tomaban sus hojas cuando me ganaba. Entonces a veces le daba pistas. Por ejemplo, una de las últimas conversaciones que habíamos tenido :

 

- ¿Has notado como la tierra se ve más oscura? O ¿has visto que se ven charcos en el suelo?  

 

-Pues sí, bobito. Estamos acercándonos al invierno.

 

- ¿Cómo sabes? me contestó que la mañana anterior había sentido cómo un pájaro estaba preparando su nido en su tronco para hibernar, y que sentía que sus raíces estaban creciendo aún más rápido que de costumbre.

 

Este era un ciclo particular. Ya habían pasado muchas lunas llenas, y aún los dos permanecíamos despiertos. Seguimos comunicándonos todos los días mediante un carpintero al que yo le di hogar, que de tanto en tanto iba hasta el otro lado del río a traer materiales de construcción para su casita.

 

Convivimos una temporada de muchas lluvias y muchos vientos, ambos perdimos muchas ramas y quedamos casi deshojados. Una mañana, empecé a sentir que ya pronto vendría otro ciclo de sueño. Por lo que decidí mandarle un recado, mencionando que este ciclo había sido bastante extenso y qué había sido un gusto coincidir por tanto tiempo. Logré enviar el recado, pero nunca tuve respuesta.

 

Antes de quedarme dormido, aún sentía como mis raíces iban creciendo con más fuerza. Noté que crecían más de un lugar en particular, que se dirigía hacia la dirección en que se iban los pajarillos a buscar agua.


Pasaron muchos otros ciclos, no volvía a saber del otro árbol. A los árboles nos sucede mucho eso. Por algunos ciclos hacemos amigos que están allí para hacernos compañía, se hacen nuestros confidentes. Incluso algunos animalitos y uno que otro hongo se nos une en un grupo ameno en que todos nos ayudamos unos a otros.  Pero debido a los ciclos, esos amigos rotan mucho.  Por lo cual no preste mucha importancia cuando no recibí noticias de mi amigo y solamente me sentía agradecido por que tuve con quién jugar a las adivinanzas por un tiempo tan largo.

 

Hubo algunos ciclos aburridos, en los que nada sucedía y en los que no tenía amigos para enviarnos recados. Al cabo de unos cientos de ciclos. Recibí de inquilina a una vieja búho.

 

Ella era divertida, pero me irritaba de sobre manera que prefería vivir su vida en la oscuridad de la noche y no durante el día, como la mayoría de los animales del bosque.

 

Un día, el búho llegó a casa algo herida. Se había enfrentado a una gran águila y por suerte pudo huir. No se habló de otra cosa en el bosque durante varios ciclos lunares.

 

Otras amigas búhos de ella venían constantemente a dejarle remedios, le decían: -come de este gusano, que te ayudará a recuperar tus alas. El otro le decía que no comiera de ese, que mejor comiera cierta baya que había recolectado en otro bosque.

 

Al cabo de cierto tiempo, los amigos búhos dejaron de volver. Yo había cambiado mis hábitos para permanecer despierto por las noches en caso de que la señora búho despertara y necesitase algo. Una noche en particular, en que la luna estaba dándonos un espectáculo de luces, y había brisa, pero no hacía frío, la señora búho salió de su nido volando como una reina. Nos dio un espectáculo de vuelo, agarraba impulso y se iba a lo más alto y luego cerraba sus alas, y colocaba su cabeza hacia el frente y se dejaba caer a velocidades increíbles, solamente para abrir las alas justamente antes de llegar al suelo y planear entre los árboles.  ¡Todo el bosque se levantó a verla!, las luciérnagas hicieron una especie de carretera aérea y los carpinteros hacían de tambores con sus picos y los Congos y otros animales cantaban en coro. ¡era una fiesta total!

 

Al final de la noche, ya cuando la mayoría de los seres vivos se habían recostado, se sentó en una de mis ramas y me contó lo que le sucedió, con lujo de detalle.

-No he sido totalmente honesta con Uds.  Pertenezco a un batallón de búhos. Somos de segundo alcance. Viajamos de bosque en bosque procurando ayudar a los árboles. Nuestros amigos, para así perpetuar más esta alianza milenaria en que Uds. nos dan abrigo, y nosotros brindamos seguridad y sistema de mensajería premium.

 

-Antes de que yo llegara a este bosque, otro grupo de búhos exploradores paso y detectó que aquí vivía una de las águilas más peligrosas de toda la sierra. De inmediato nuestros superiores idearon un plan para dar con el nido de esta y boicotear sus planes de establecerse por acá.  Esta águila es de nuestro máximo interés. Ya qué, según nuestros informes, ha estado dañando correspondencias entre cualquier tipo de bosque.

-Mi escuadrón es especializado en trabajos de encubierto, me enviaron acá con el resto de mi equipo y nos establecimos correctamente sin la menor sospecha por parte de Uds.

Siguió con la historia. Me comentó que, al tiempo de estudiar los movimientos del águila, una del búho logró dar con el nido de esta. Y se dio cuenta de que coleccionaba recados que los árboles se enviaban entre ellos. Entonces pensaron en una maniobra un poco peligrosa, pero que sin duda daría éxito. Un par de búhos distraerían al águila, y el otro par irían a buscar los recados. Se decía que entre estos recados perdidos se encontraba información milenaria, que se había perdido hace muchos círculos de anillos y qué esta información debía ser recuperada y enviada a sus destinatarios lo más pronto posible.

 

Se prepararon por semanas, reclutaron algunos pájaros que ayudaron y otros qué al final a la hora de la hora se asustaron. Una noche de tantas, llegó el momento del ataque furtivo. Las primeras dos búhos lograron distraer con éxito al águila, pero una murió durante este movimiento porque el reflejo de la luna en un charco la encandiló e hizo qué no viera bien la rama de un árbol. Chocando a una velocidad increíble su cabeza. Rebotando en el suelo empantanado.

 

Mientras tanto, los otros dos búhos se dedicaban a recoger todos los recados, pero a la señora búho que habitaba en mi tronco algo le parecía sospechoso. Había mucha paz en aquel nido, en aquella noche. Cuando se disponía a decirle a su otra compañera que abortaran la misión, volteó a ver y está estaba entre las garras de otra águila, era gemela idéntica de la otra. Del susto dejó botadas todos los recados, pero antes de huir, vio una que tenía mi nombre como destinatario. A devolverse por ella, el águila que ya había acabado con el otro búho. La atacó. La señora búho logro huir de milagro y llegar a su nido.

 

Estaba tan sorprendido de la historia, y como árbol estaba tan acostumbrado a perder la pista de los recados, que no le preste atención a esta parte del relato.

 

De un momento a otro, me dice la señora búho:

 

- ¿Quieres oír el recado que rescate para ti? Lo memoricé mientras estaba en cama. Y no te preocupes, el otro búho que estaba distrayendo al águila logró escapar y pidió refuerzos, y logramos acabar con las dos águilas.

 

-hmm, pues sí. Creo. A ver, cuéntame.

 

El recado era de mi amigo árbol. El de hace muchos ciclos atrás. al parecer no era una respuesta a mi recado, pero más bien un recado nuevo en el que me decía que nunca se había sentido así por otro árbol. Qué estaba muy feliz de haberse divertido tanto conmigo y me daba las gracias por las veces que le consolé mientras se sentía solo. Pues nunca había pasado un ciclo despierto tan largo como aquel.

 

Me sentí feliz, pero como mencioné antes los árboles estamos acostumbrados a dejar ir nuestras amistadas con otros árboles.  Nuestras amistades son pasajeras, pero con mucho significado.

 

Al cabo de algunos ciclos lunares, volví a caer dormido.

 

Desperté unos cuantos ciclos después. Era de madrugada, pero sentía un calor intenso. ¡Había un incendio en el bosque! Rápidamente supe que era época seca y que no habría lluvia que nos salvara.

 

Pero noté algo extraño. Tenía otra voz en mi cabeza.

 

- ¡Hola! me dijo sollozando la voz extraña. Y con un tono calmado.

- Te conozco, ¿verdad? le pregunté, mientras me preguntaba a mí mismo si esto era una alucinación provocada para distraerme del hecho de que me estaba quemando.

 

-Sí, ¿quieres jugar a adivinar el clima?

 

Sentí una paz interna, por fin habíamos vuelto a tener contacto. No podía explicarme esta nueva forma de enviarnos recados. Estábamos utilizando nuestras mentes. 

 

El fuego ya estaba consumiendo mis ramas, algunas ya se habían quebrado y los animales a los cuales les servía de alimento yacían calcinados en el suelo.

 

De un pronto a otro lo entendí todo, nuestras raíces se habían conectado. Fue tal nuestra conexión en aquel ciclo. Qué ellas habían buscado la manera de conectarse, se dieron cuenta que en aquel tiempo florecimos más y nos veíamos con colores más bonitos. Las raíces aprendieron que aparte de nutrientes, necesitamos conexiones con otros árboles para tener mejores vidas.

 

Al final de la noche, empezó a caer una leve llovizna.  De mis ramas y mis hojas no quedó nada. Al otro árbol no lo afectó el fuego. De este lado del bosque ya algunos animales sobrevivientes empezaron a emerger.  Empecé a sentir cansancio nuevamente.

 

Me despedí mentalmente de mi amigo árbol, y sentí una calidez cómo nunca la había sentido.

 

Al cabo de unos ciclos volví a despertar. De inmediato me sentí vigoroso y con mucha más energía que nunca. ¡Y ahora tenía comunicación directa con el otro árbol! él me había esperado hasta qué logré recuperarme lo suficiente para despertar de nuevo.

 

- ¡Hola dormilón! escuché con una voz cálida y suave.

 

En ese momento me desperté siendo humano. Sonreía mucho sobre mi cama, sabiendo que los humanos también requerimos conexiones reales con otros humanos para sobrevivir a los incendios de nuestras vidas y nuestro mundo.

 

Y fui feliz, como no lo había sido en mucho tiempo porque supe que esos dos árboles se habían encontrado uno al otro y permanecerían unidos por el resto de sus vidas hasta donde fuese necesario.